Picasso

¿Es arte el toreo?

¿Es arte el toreo?

El Toro es cultura, existen numerosas referencias a lo largo de la historia, pero ¿es también arte como defienden los taurinos? La fiesta taurina es símbolo del dominio del ser humano sobre la bestia. Apenas ha evolucionado a lo largo de la historia. El principio es el mismo y el resultado (el animal muerto), también.

Intervención de SPY

Intervención urbana de SPY

Es indudable que el toro es cultura, y como tal, el arte se hace eco de ello. Pero es discutible que el hecho de maltratar a un animal sea considerado arte en sí mismo, que es, en esencia, lo que se ve en el ruedo, por mucho que lo adornes con trajes de luces, música y gestos solemnes.

es discutible que el hecho de maltratar a un animal sea considerado arte en sí mismo

¿Por qué los pro-taurinos lo consideran arte? El torero requiere habilidad, fuerza y destreza. Igual, por ejemplo, que los gimnastas. ¿Son entonces los gimnastas artistas? No porque también requiere valentía. Entonces, ¿es Fernando Alonso un artista? Deslizarse montado en un vehículo por una carretera llena de curvas a más de 300 Km./hora se puede considerar una «danza con la muerte». ¿Y los jugadores de chess boxing? No se juegan la vida como los toreros, pero se pueden quedar sonados y ya no podrían practicar chess boxing, quizás sólo boxing, pero no es lo mismo que ponerse delante de un bicho de 600 kilos con unos cuernos enormes, ¿no? No sé, resulta discutible.

Es muy probable que algún defensor de los toros me tache de inculto, suelen llamar incultos a los anti-taurinos, y es posible que lo sea (ambas cosas). También es probable que saquen una ristra de frases de ilustres para que vea lo inculto que soy. Pero lo cierto es que cada vez está menos presente en nuestra cultura, y que si se mantiene con vida es, en parte, gracias a que sigue siendo rentable económicamente. No lo podemos negar, atrae a turistas. Aunque no tengo muy claro a qué nivel porque las plazas de toros no se abarrotan de ellos.

Tampoco tengo claro que esa cultura sea la mejor para exportar. No da una imagen de país moderno y civilizado, precisamente. No encuentro la más mínima sofisticación en el hecho primitivo de que un hombre domine a un animal. Parece propio de otros tiempos, de una sociedad primaria. Realmente todo lo relacionado con los toros huele a rancio.

La cuestión más importante es que no se puede defender desde ningún punto de vista la fiesta taurina sin tener en cuenta la éticaUna sociedad educada en la insensibilidad al sufrimiento, es una sociedad menos humana.

Fran Rivera torea con su hija de meses en brazos

Fran Rivera torea con su hija de meses en brazos

La imagen del torero Francisco Rivera con su hija de pocos meses en brazos toreando una vaquilla resulta impactante para una sociedad que ha evolucionado. Es cierto que hay mucha hipocresía, nos mostramos muy sensibles con el maltrato animal y al mismo tiempo impasibles ante matanzas humanas lejanas, pero no hay duda de que se va avanzando en los derechos humanos, en igualdad racial o de género, en la protección hacia los menores, e indudablemente, en la de los animales. También es evidente que tenemos en nuestro ADN la Fiesta de los Toros. Los españoles asumimos como normal la imagen de un animal sangrando por la boca cuando es salvajemente maltratado hasta la muerte. A lo mejor es una cuestión meramente de estética social, pero eso empieza a cambiar. Cada vez se tolera menos las imágenes de toreros empitonados salvajemente o siendo zarandeados como peleles. Van desapareciendo de la televisión las corridas de toros en directo, o los resúmenes los sábados por la tarde. Volviendo al tema de Rivera, el torero, que publicó él mismo la imagen, se justificó diciendo que es algo que se había hecho siempre en su familia (eso de poner en riesgo la vida de su propia hija). Pidió que se respetasen sus tradiciones y que la niña más segura que en sus brazos no podría estar nunca, ya que es torero «por la gracia de Dios». Llamativa es su sorpresa ante la reacción de una sociedad que se escandaliza con estas cósas, porque evidencia el estancamiento de una tradición que ya no encaja en la sociedad actual. Parecen ajenos a los cambios, como si vivieran en una burbuja atemporal.

La cuestión más importante es que no se puede defender desde ningún punto de vista la fiesta taurina sin tener en cuenta la ética.

La sensibilidad de la sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas. La migración de la población desde zonas rurales hacia las ciudades ha hecho que cambie la relación del ser humano con los animales. Los vínculos que se crean son distintos. Los perros, por ejemplo, en los pueblos siempre han servido a las personas, se les tiene cariño, claro, pero tenían una función (cuidar de la casa o el rebaño, para la caza, etc.), al igual que el ganado, los animales de carga o de corral. En las ciudades son un miembro más de la familia. En el mundillo taurino los animales tienen una función lúdica, de espectáculo. Un ganadero cría a los animales, unos toreros los matan (los que lo hacen bien ganan más) y un empresario cobra unas entradas a precio de oro, que es el que reparte el pastel. El hecho de que la fiesta taurina vaya perdiendo fuerza, en mi opinión, va estrechamente ligado a la diferencia del vínculo existente con los animales entre las zonas rurales y las zonas urbanas. Viviendo en un pueblo sabes que los corderillos acaban en la caldereta. El que está acostumbrado a ver la matanza del cerdo tiene menor predisposición a sufrir la muerte de una mascota. Al contrario, una persona que se ha criado en ciudad, tiene más posibilidades de sufrir amargamente la muerte de su gato, conejo, o agapurni azul.

Hay más ejemplos representativos de que la sensibilidad hacia el sufrimiento animal está cambiando. El rey Juan Carlos fue duramente criticado por sus escapadas a África para cazar elefantes. Hace unos días, César Cadaval, de los Morancos, tuvo que salir al paso como pudo porque se publicó una imagen suya con una escopeta de caza en la mano y un guepardo muerto a sus pies. Poco después, alguien en las redes sociales ha publicado fotos similares de personas (parejas, incluso familias enteras) en pose similar junto a leones, guepardos, gacelas y elefantes, a los que han insultado y llamado de todo menos bonito. Amigos, si os gusta cazar animalitos, haced un esfuerzo y sacudíos la tentación de la foto con el trofeo, o lo pagaréis con un escarnio público brutal. Hay ciertos ámbitos sociales que aún no se han dado cuenta de que las cosas no son como hace un par de décadas.

En mi opinión, los toros son un espectáculo, como los deportes, y en nada se parece al arte. La gente va a la plaza a pasar la tarde, aplauden, comentan, fuman puros (ahora, supongo, ya no se puede), disfrutan con los pasodobles de la banda de música, silban al toro o al torero, sacan pañuelos para que le den la oreja al torero, toda una liturgia festiva, vamos.

Mosaico de gladiadores bestiarii de la Antigua Roma

Mosaico de gladiadores bestiarii de la Antigua Roma

No encuentro el mensaje, estética sí, como en cualquier deporte. Las chicas de gimnasia artística no van reivindicando que lo suyo es arte, a pesar del nombre, y lo que hacen es increíble. La única diferencia respecto al deporte es la emoción del hombre al matar a un animal, el riesgo, el morbo de la sangre. El toro armado únicamente con su instinto de supervivencia y sus dotes naturales. Es una lucha de instintos, pero absolutamente desigual, puesto que el hombre cuenta con la razón, con banderillas, con lanzas y espadas, con la enfermería y una ambulancia, con un fajo de billetes y la puerta grande esperando en caso de triunfo. El «arte» de la lidia sólo existe en la arena de la plaza, versión moderna del Anfiteatro. El espectáculo de los gladiadores fue el fútbol de la Antigua Roma. Algunos bestiarii, gladiadores que luchaban en la arena contra animales salvajes, eran arrojados a las fauces de tigres, osos o leones. Otros se lanzaban voluntariamente a cambio de monedas. Los mejores se convertían en ricas y famosas figuras. En los espectáculos de gladiadores, los propios espectadores podían decidir con un gesto de su mano si los derrotados sobrevivirían o no. En los actuales espectáculos taurinos se sacan pañuelos y los trofeos son las orejas y el rabo del animal muerto.

Después del espectáculo no queda nada, salvo la sangre de la fiera, del noble toro o del gladiador. Ocasionalmente también del torero.

Mosaico que representa gladiadores de la Antigua Roma

Mosaico que representa gladiadores de la Antigua Roma

El teatro o el cine, una vez se cierra el telón, te deja un poso de alegría, de tristeza, de amargura, te hace reflexionar. Un genial bailarín, un virtuoso músico, o un gran actor, hablan con los lenguajes universales de la plástica, la expresión corporal, lingüística, o escrita. Un torero sólo es entendido desde la cultura de los toros, es casi como la fe, o crees o no crees.

Es cierto que el arte resulta hermético muy a menudo, y que está sujeto a la subjetividad, a la libertad de expresión. Pero entonces el grupo Mecano o Miley Cyrus, también lo son, porque la música pop también es cultura. Y si apelamos a la subjetividad, me puedo quitar un zapato y ponérselo en la cabeza a un señor que pasa por la calle y decir que es arte, porque lo digo yo y punto. Desde ese punto de vista, un torero puede decir que lo suyo es arte, sin duda. Entramos en el debate de los límites del arte. La música es un medio de expresión además de un mercado muy lucrativo cuando hablamos de música popular. El cine o cualquier medio audiovisual también. En el caso de los toros está claro que hay un mercado detrás, pero yo no tengo claro que además exprese algo más de lo que pueda expresar el deporte aparte de la morbosa emoción del peligro a la muerte.

La única diferencia respecto al deporte es la emoción del hombre al matar a un animal, el riesgo, el peligro, el morbo de la sangre.

 

Hay ARTE con mayúsculas, inapelable, Caravaggio, Cervantes, Le Corbusier, y me atrevo a decir que Hayao Miyazaki. Luego están los que se cuelan en el mercado artístico sin merecerlo (no voy a mencionar a ninguno por no enfadar a más personas), y los toreros, que se auto-proclaman artistas y hablan de la universalidad de los toros y la supuesta raza única del toro de lidia (nacido y criado para ser torturado en la plaza). Únicamente para evitar que se acabe para siempre con la brutalidad de su muy bien pagado «oficio».

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Intervención de SPY

No he visto ni una sola obra en ARCO, o al menos no lo recuerdo, que haga referencia al mundo taurino. Sí me vienen a la memoria algunas intervenciones urbanas bastante críticas del artista SPY. El hecho de que hace casi medio siglo al menos, numerosos artistas (Hemingway, Goya, Alberti, Lorca, Cervantes,…) rindieran homenaje o se inspiraran en los toros no significa que deba suceder siempre. Seguro que en tiempos de la Antigua Roma había «figuras» del arte de cortar cabezas humanas o de animales en la arena del Anfiteatro a los que les cantaban canciones. Eso ya no ocurre, afortunadamente, y con los toros empieza a suceder lo mismo. El mercado del arte no se hace eco de las gestas toreras, los cantantes pop no les dedican canciones, y el cine produce escasas películas con temática «toros» y la mayoría de calidad discutible. Atrás quedaron las actrices de Hollywood y sus escarceos con toreros.

Seguiremos, eso sí disfrutando de la ópera de Bizet o de los dibujos de Picasso, pero la sociedad avanza, el arte también.

Enlaces de interés:

http://arquehistoria.com/la-degeneracion-de-las-venationes-ad-bestias-19057

http://www.elperiodico.com/es/noticias/extra/moranco-cesar-cadaval-foto-polemica-caza-leopardo-safari-4996806

http://www.eldiario.es/andalucia/Rivera_0_477353034.html

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El Arte Espontáneo. La búsqueda de lo primitivo

El Arte Espontáneo. La búsqueda de lo primitivo

El arte siempre ha estado dirigido de manera inexorable por el poder, pero no deja de ser una forma de expresión humana, y a pesar de su poderosa maquinaria para controlar todo lo que sea incómodo para el sistema, hay momentos en la historia en que surgen de forma espontánea expresiones en búsqueda de lo primitivo.

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Siempre ha habido artistas que han marcado un antes y un después en la historia del arte. Son personas que suelen ir contracorriente, inadaptados, social o culturalmente. Forman parte de una reacción provocada por una situación política, social, cultural. Los ISMOS de finales del siglo XIX surgen a partir de artistas inquietos, formados en las academias, pero aburridos de sus técnicas y con ganas de probar nuevas cosas. Se buscaba premeditadamente vías de desarrollo artístico, los artistas se alineaban en una de esas vías de escape al academicismo anquilosante y solían ir acompañados de un sólido discurso redactado por intelectuales muy preparados de todas las artes, como André Bretón en el caso del Surrealismo o el propio Kandinsky en el Arte Abstracto. No se puede decir que fuera exactamente una reacción espontánea porque estaba orquestada desde distintos puntos por colectividades con objetivos comunes.

twombly_500pxEsta colectividad desaparece en el XX y sigue así en la actualidad. El Arte Contemporáneo no entiende de colectivos, (hay extraordinarias excepciones como el Equipo Crónica). Por ejemplo, desde los años setenta hasta nuestros días, hemos podido observar cómo el Arte Urbano ha ido adquiriendo fuerza, y posiblemente desde Basquiat, vemos de forma regular a artistas que nacen y se hacen en las calles, cómo van adaptando su obra a espacios expositivos más convencionales. Porque aunque surja en las calles de manera espontánea, en el fondo lo que quiere es calar en la sociedad, quiere cambiar las cosas. El artista urbano y el contemporáneo busca reivindicarse haciéndose ver, creando un estilo personal, estampando su firma por todas partes, muy influenciados, sin duda, por estilos musicales como el hiphop que destaca también por esa tendencia a mostrar el ego. También en el lenguaje literario, cada vez más experimental que tiende a presentar la realidad de una forma más subjetiva, con una visión destructiva del hombre y un planteamiento entre fatalista y utópico de la sociedad. Ésta tendencia también se puede ver en otros medios artísticos más populares como el cine o la televisión. En el caso del cine con obras de culto, sobre todo en géneros como la ciencia ficción: «El Planeta de los simios», «2001, Odisea del espacio», o «Cube». En televisión con la irrupción de realities donde cada personaje traza una estrategia para derrotar a sus rivales desde la convivencia con ellos. Un individualismo feroz que en el caso del arte se ha visto alimentado por el propio mercado. Lo importante no es ya la obra sino el propio artista, su vida, su figura.

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A partir de esta reflexión, parece que la sociedad busca esa chispa que sale aparentemente de la nada para crear algo excepcional. Nos parece que las pinturas rupestres son geniales representaciones que surgen de las paredes de una cueva, porque eran gente primitiva, no eran casi ni personas, ¿cómo es posible que pudieran hacer algo así? Algo primitivo es algo tosco, básico, sin pulir. Durante las primeras vanguardias, artistas como Picasso o Gauguin sintieron esa fascinación casi mágica por los trabajos primitivos de el arte precolombino, el polinésico, el africano, el egipcio o el arte de la India antigua, que ven en esas piezas una inspiración para elaborar un nuevo discurso estético y formal. Relacionar todo esto con la espiritualidad y la inspiración divina es inevitable, pero en la actualidad yo creo que las cosas van por otro camino, al menos con el arte urbano. El artista urbano y contemporáneo lo que busca es más bien reivindicarse a sí mismo, mostrar su poder por medio de sus intervenciones, sentir que puede cambiar su entorno, cambiar la realidad. Creo que tiene que ver con expresiones espontáneas que buscan cambiar la realidad social, cultural, política del momento, y en cada realidad histórica se ha buscado el origen, para sacudirse de encima toda la impregnación cultural acumulada por imposiciones dadas por los poderes fácticos.alexandre_farto_vhils_500px

No aparecen de manera clara teóricos del arte para poner orden en las manifestaciones artísticas espontáneas en los primeros años del siglo XXI, como ocurrió en las vanguardias, pero sí se empiezan a ver a un gran número de artistas que han surgido de la cultura urbana y que empiezan a invadir los espacios expositivos tradicionales e institucionales sin perder demasiada frescura ni capacidad de reivindicación. Están empezando a decorar y a contarnos cosas dentro y fuera de las cuevas.

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