Miyazaki, la magia y lo humano

En el año 2009, el MOMA de Nueva York dedicaba una exposición a Tim Burton que apareció en todos los medios. No trato de hacer comparaciones, porque dicen que son odiosas, aunque ganas no me faltan, pero yo creo, y sin menospreciar a Tim Burton, que si existe un autor del medio cinematográfico que merezca el mayor reconocimiento del medio artístico, ese es Hayao Miyazaki.

 

Y no precisamente porque él lo vaya buscando. Después de casi 40 años dirigiendo series y películas de animación, después de que ha conseguido ser el mayor referente de la animación mundial, después de haber conseguido premios como un Óscar y un Oso de Oro de Berlín, no necesita demostrar nada más. Ahora hace aproximadamente un año que anunció, una vez más, que dejaría la animación para dedicarse a otras cosas, y aunque sus seguidores no terminaron de creérselo mucho al principio, ésta vez parece que va en serio.

En sus orígenes, trabajó en Heidi, Marco, o la extraordinaria Sherlock Holmes, series que han marcado una generación. Ya con producción de Studio Ghibli, que él mismo creó junto con Isao Takahata, obras maestras como Mi vecino Totoro, Porco Rosso, La princesa Mononoke, Ponyo en el acantilado, o El viaje de Chihiro. Ésta última, una joya de la historia del cine, es un viaje hacia el desarrollo personal de una niña inmadura y caprichosa que tendrá que cambiar su actitud para poder salvar a sus padres. Inolvidables sus escenarios, sus personajes, y algunas escenas como la de Chihiro viajando junto a un espíritu que la sigue a todas partes de forma obsesiva, en un tren que viaja sobre el agua. La película está repleta de significados, de lecciones sobre la responsabilidad, la amistad, el esfuerzo o la familia, sin caer en el empalago y la ñoñería de las producciones Disney, y sobre todo de magia.

Lo que más me sorprende de su trabajo es precisamente su profundo conocimiento del ser humano, en todos sus films, Miyazaki navega por los recovecos de la psicología con una naturalidad asombrosa, mezclando lo cotidiano y lo fantástico como si ambos fueran parte de la misma realidad. Su pasión por los aparatos voladores, heredado de su padre, que trabajaba en la construcción de piezas aeronáuticas, no es sino una metáfora de cómo sus trabajos, aún manteniendo los pies en el suelo, hacen volar la imaginación del espectador. Ver sus películas es volver a la infancia, volar como lo hacíamos de niños en nuestros sueños, sentir el vértigo de caernos desde una gran altura, el ver seres extraños en cada rincón oscuro de nuestra casa, el miedo a la regañina por haber hecho algo mal. Yo hace muchos años que dejé de soñar con aparatos voladores que surcan el cielo. Con sus películas recupero esas sensaciones.

Hayao Miyazaki

Su última película, El viento se levanta, es la más realista, sin dejar sus temas favoritos como su pasión por la aeronáutica. Quizás ahora, a sus 74 años, piense que ha llegado el momento de dejarlo, empieza a darse cuenta de que ya no sueña como antes, que ha dejado de ser un niño.

 

Enlaces:

Artículo de Raúl García, animador de Disney: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/02/27/actualidad/1393532189_223719.html

Deja un comentario