Goya

George Raftopoulos. Un Goya del siglo XXI

George Raftopoulos. Un Goya del siglo XXI

El artista de Sidney de origen indiscutiblemente griego George Raftopoulos es una rareza en pleno siglo XXI.

George Raftopoulos es un pintor que a primera vista parece de otro tiempo por su forma de tratar el color, la línea, la mancha, poderoso en su discurso estético, dando una gran importancia al material con el que trabaja en la línea de los pintores barrocos, también es muy activo en redes sociales, tiene más de 50.000 seguidores en Instagram. Crítico con los acontecimientos relacionados con los movimientos migratorios provocados por injusticias, utiliza la mitología griega, al igual que Giorgio de Chirico, pero en un sentido más narrativo.

El trabajo de Raftopoulos parece desarrollarse a impulsos vibrantes pero muy meditados, extremadamente pensados. La narratividad de sus pinturas, y al mismo tiempo la expresividad de su trazo recuerdan a un Goya del siglo XXI.

Raftopoulos explora el mundo actual utilizando recursos pictóricos simples, aprovecha el delicado color crudo del lino japonés para que su mancha contundente y pura aparezca con más fuerza. Collages, fotografías pintadas, iconografía clásica y unas poderosas grafías que construyen mediante líneas discontinuas y puntos rostros y personajes que parecen flotar o vagar como fantasmas.

De su propuesta estética, directa, sin ambages, podría parecer que hay una búsqueda de un expresionismo primitivo, porque sus pinturas impactan desde el primer momento. Hay un sufrimiento indescriptible, un grito silencioso en los minúsculos ojos, a veces únicamente un punto negro, de los personajes que nos muestra. En ocasiones recuerda a Basquiat. Pero Raftopoulos es un analista de la actualidad, del dolor humano provocado por el humano, cuenta la realidad a través del prisma de su singular forma de mirar.

No deja indiferente la obra de George Raftopoulos. Muy grande. Os dejo una pequeña muestra de su obra.

Todas las imágenes han sido cedidas por el propio artista. Visita la página web de George Raftopoulos para saber más sobre su obra.

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¿Es arte el toreo?

¿Es arte el toreo?

El Toro es cultura, existen numerosas referencias a lo largo de la historia, pero ¿es también arte como defienden los taurinos? La fiesta taurina es símbolo del dominio del ser humano sobre la bestia. Apenas ha evolucionado a lo largo de la historia. El principio es el mismo y el resultado (el animal muerto), también.

Intervención de SPY

Intervención urbana de SPY

Es indudable que el toro es cultura, y como tal, el arte se hace eco de ello. Pero es discutible que el hecho de maltratar a un animal sea considerado arte en sí mismo, que es, en esencia, lo que se ve en el ruedo, por mucho que lo adornes con trajes de luces, música y gestos solemnes.

es discutible que el hecho de maltratar a un animal sea considerado arte en sí mismo

¿Por qué los pro-taurinos lo consideran arte? El torero requiere habilidad, fuerza y destreza. Igual, por ejemplo, que los gimnastas. ¿Son entonces los gimnastas artistas? No porque también requiere valentía. Entonces, ¿es Fernando Alonso un artista? Deslizarse montado en un vehículo por una carretera llena de curvas a más de 300 Km./hora se puede considerar una «danza con la muerte». ¿Y los jugadores de chess boxing? No se juegan la vida como los toreros, pero se pueden quedar sonados y ya no podrían practicar chess boxing, quizás sólo boxing, pero no es lo mismo que ponerse delante de un bicho de 600 kilos con unos cuernos enormes, ¿no? No sé, resulta discutible.

Es muy probable que algún defensor de los toros me tache de inculto, suelen llamar incultos a los anti-taurinos, y es posible que lo sea (ambas cosas). También es probable que saquen una ristra de frases de ilustres para que vea lo inculto que soy. Pero lo cierto es que cada vez está menos presente en nuestra cultura, y que si se mantiene con vida es, en parte, gracias a que sigue siendo rentable económicamente. No lo podemos negar, atrae a turistas. Aunque no tengo muy claro a qué nivel porque las plazas de toros no se abarrotan de ellos.

Tampoco tengo claro que esa cultura sea la mejor para exportar. No da una imagen de país moderno y civilizado, precisamente. No encuentro la más mínima sofisticación en el hecho primitivo de que un hombre domine a un animal. Parece propio de otros tiempos, de una sociedad primaria. Realmente todo lo relacionado con los toros huele a rancio.

La cuestión más importante es que no se puede defender desde ningún punto de vista la fiesta taurina sin tener en cuenta la éticaUna sociedad educada en la insensibilidad al sufrimiento, es una sociedad menos humana.

Fran Rivera torea con su hija de meses en brazos

Fran Rivera torea con su hija de meses en brazos

La imagen del torero Francisco Rivera con su hija de pocos meses en brazos toreando una vaquilla resulta impactante para una sociedad que ha evolucionado. Es cierto que hay mucha hipocresía, nos mostramos muy sensibles con el maltrato animal y al mismo tiempo impasibles ante matanzas humanas lejanas, pero no hay duda de que se va avanzando en los derechos humanos, en igualdad racial o de género, en la protección hacia los menores, e indudablemente, en la de los animales. También es evidente que tenemos en nuestro ADN la Fiesta de los Toros. Los españoles asumimos como normal la imagen de un animal sangrando por la boca cuando es salvajemente maltratado hasta la muerte. A lo mejor es una cuestión meramente de estética social, pero eso empieza a cambiar. Cada vez se tolera menos las imágenes de toreros empitonados salvajemente o siendo zarandeados como peleles. Van desapareciendo de la televisión las corridas de toros en directo, o los resúmenes los sábados por la tarde. Volviendo al tema de Rivera, el torero, que publicó él mismo la imagen, se justificó diciendo que es algo que se había hecho siempre en su familia (eso de poner en riesgo la vida de su propia hija). Pidió que se respetasen sus tradiciones y que la niña más segura que en sus brazos no podría estar nunca, ya que es torero «por la gracia de Dios». Llamativa es su sorpresa ante la reacción de una sociedad que se escandaliza con estas cósas, porque evidencia el estancamiento de una tradición que ya no encaja en la sociedad actual. Parecen ajenos a los cambios, como si vivieran en una burbuja atemporal.

La cuestión más importante es que no se puede defender desde ningún punto de vista la fiesta taurina sin tener en cuenta la ética.

La sensibilidad de la sociedad ha cambiado mucho en las últimas décadas. La migración de la población desde zonas rurales hacia las ciudades ha hecho que cambie la relación del ser humano con los animales. Los vínculos que se crean son distintos. Los perros, por ejemplo, en los pueblos siempre han servido a las personas, se les tiene cariño, claro, pero tenían una función (cuidar de la casa o el rebaño, para la caza, etc.), al igual que el ganado, los animales de carga o de corral. En las ciudades son un miembro más de la familia. En el mundillo taurino los animales tienen una función lúdica, de espectáculo. Un ganadero cría a los animales, unos toreros los matan (los que lo hacen bien ganan más) y un empresario cobra unas entradas a precio de oro, que es el que reparte el pastel. El hecho de que la fiesta taurina vaya perdiendo fuerza, en mi opinión, va estrechamente ligado a la diferencia del vínculo existente con los animales entre las zonas rurales y las zonas urbanas. Viviendo en un pueblo sabes que los corderillos acaban en la caldereta. El que está acostumbrado a ver la matanza del cerdo tiene menor predisposición a sufrir la muerte de una mascota. Al contrario, una persona que se ha criado en ciudad, tiene más posibilidades de sufrir amargamente la muerte de su gato, conejo, o agapurni azul.

Hay más ejemplos representativos de que la sensibilidad hacia el sufrimiento animal está cambiando. El rey Juan Carlos fue duramente criticado por sus escapadas a África para cazar elefantes. Hace unos días, César Cadaval, de los Morancos, tuvo que salir al paso como pudo porque se publicó una imagen suya con una escopeta de caza en la mano y un guepardo muerto a sus pies. Poco después, alguien en las redes sociales ha publicado fotos similares de personas (parejas, incluso familias enteras) en pose similar junto a leones, guepardos, gacelas y elefantes, a los que han insultado y llamado de todo menos bonito. Amigos, si os gusta cazar animalitos, haced un esfuerzo y sacudíos la tentación de la foto con el trofeo, o lo pagaréis con un escarnio público brutal. Hay ciertos ámbitos sociales que aún no se han dado cuenta de que las cosas no son como hace un par de décadas.

En mi opinión, los toros son un espectáculo, como los deportes, y en nada se parece al arte. La gente va a la plaza a pasar la tarde, aplauden, comentan, fuman puros (ahora, supongo, ya no se puede), disfrutan con los pasodobles de la banda de música, silban al toro o al torero, sacan pañuelos para que le den la oreja al torero, toda una liturgia festiva, vamos.

Mosaico de gladiadores bestiarii de la Antigua Roma

Mosaico de gladiadores bestiarii de la Antigua Roma

No encuentro el mensaje, estética sí, como en cualquier deporte. Las chicas de gimnasia artística no van reivindicando que lo suyo es arte, a pesar del nombre, y lo que hacen es increíble. La única diferencia respecto al deporte es la emoción del hombre al matar a un animal, el riesgo, el morbo de la sangre. El toro armado únicamente con su instinto de supervivencia y sus dotes naturales. Es una lucha de instintos, pero absolutamente desigual, puesto que el hombre cuenta con la razón, con banderillas, con lanzas y espadas, con la enfermería y una ambulancia, con un fajo de billetes y la puerta grande esperando en caso de triunfo. El «arte» de la lidia sólo existe en la arena de la plaza, versión moderna del Anfiteatro. El espectáculo de los gladiadores fue el fútbol de la Antigua Roma. Algunos bestiarii, gladiadores que luchaban en la arena contra animales salvajes, eran arrojados a las fauces de tigres, osos o leones. Otros se lanzaban voluntariamente a cambio de monedas. Los mejores se convertían en ricas y famosas figuras. En los espectáculos de gladiadores, los propios espectadores podían decidir con un gesto de su mano si los derrotados sobrevivirían o no. En los actuales espectáculos taurinos se sacan pañuelos y los trofeos son las orejas y el rabo del animal muerto.

Después del espectáculo no queda nada, salvo la sangre de la fiera, del noble toro o del gladiador. Ocasionalmente también del torero.

Mosaico que representa gladiadores de la Antigua Roma

Mosaico que representa gladiadores de la Antigua Roma

El teatro o el cine, una vez se cierra el telón, te deja un poso de alegría, de tristeza, de amargura, te hace reflexionar. Un genial bailarín, un virtuoso músico, o un gran actor, hablan con los lenguajes universales de la plástica, la expresión corporal, lingüística, o escrita. Un torero sólo es entendido desde la cultura de los toros, es casi como la fe, o crees o no crees.

Es cierto que el arte resulta hermético muy a menudo, y que está sujeto a la subjetividad, a la libertad de expresión. Pero entonces el grupo Mecano o Miley Cyrus, también lo son, porque la música pop también es cultura. Y si apelamos a la subjetividad, me puedo quitar un zapato y ponérselo en la cabeza a un señor que pasa por la calle y decir que es arte, porque lo digo yo y punto. Desde ese punto de vista, un torero puede decir que lo suyo es arte, sin duda. Entramos en el debate de los límites del arte. La música es un medio de expresión además de un mercado muy lucrativo cuando hablamos de música popular. El cine o cualquier medio audiovisual también. En el caso de los toros está claro que hay un mercado detrás, pero yo no tengo claro que además exprese algo más de lo que pueda expresar el deporte aparte de la morbosa emoción del peligro a la muerte.

La única diferencia respecto al deporte es la emoción del hombre al matar a un animal, el riesgo, el peligro, el morbo de la sangre.

 

Hay ARTE con mayúsculas, inapelable, Caravaggio, Cervantes, Le Corbusier, y me atrevo a decir que Hayao Miyazaki. Luego están los que se cuelan en el mercado artístico sin merecerlo (no voy a mencionar a ninguno por no enfadar a más personas), y los toreros, que se auto-proclaman artistas y hablan de la universalidad de los toros y la supuesta raza única del toro de lidia (nacido y criado para ser torturado en la plaza). Únicamente para evitar que se acabe para siempre con la brutalidad de su muy bien pagado «oficio».

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Intervención de SPY

No he visto ni una sola obra en ARCO, o al menos no lo recuerdo, que haga referencia al mundo taurino. Sí me vienen a la memoria algunas intervenciones urbanas bastante críticas del artista SPY. El hecho de que hace casi medio siglo al menos, numerosos artistas (Hemingway, Goya, Alberti, Lorca, Cervantes,…) rindieran homenaje o se inspiraran en los toros no significa que deba suceder siempre. Seguro que en tiempos de la Antigua Roma había «figuras» del arte de cortar cabezas humanas o de animales en la arena del Anfiteatro a los que les cantaban canciones. Eso ya no ocurre, afortunadamente, y con los toros empieza a suceder lo mismo. El mercado del arte no se hace eco de las gestas toreras, los cantantes pop no les dedican canciones, y el cine produce escasas películas con temática «toros» y la mayoría de calidad discutible. Atrás quedaron las actrices de Hollywood y sus escarceos con toreros.

Seguiremos, eso sí disfrutando de la ópera de Bizet o de los dibujos de Picasso, pero la sociedad avanza, el arte también.

Enlaces de interés:

http://arquehistoria.com/la-degeneracion-de-las-venationes-ad-bestias-19057

http://www.elperiodico.com/es/noticias/extra/moranco-cesar-cadaval-foto-polemica-caza-leopardo-safari-4996806

http://www.eldiario.es/andalucia/Rivera_0_477353034.html

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El Arte como Negocio

El Arte como Negocio

En todos los tiempos los inversores y capitalistas siempre han buscado un refugio seguro para sus ahorros. En tiempos de crisis aún los buscan con más ahínco. Desde hace muchos, muchísimos años, la pintura es uno de esos refugios seguros para los inversores que se dedican a especular con el arte como moneda mercantil para sus negocios. Esto es así porque la pintura es un valor seguro cuando la pintura en sí misma tiene valor.

¿Esto es bueno para la pintura?

No, no es bueno para la pintura desde un punto de vista estrictamente artístico. Estos inversores terminan creando tendencias y éstas, a veces, están muy alejadas del verdadero arte. Obligan por tanto a pintar lo que se vende y se vende bien.

¿Esto es malo para la pintura?

No, no es malo para la pintura ni para el arte en general. El artista, como ser humano, tiene que sobrevivir y por tanto precisa de su arte y que éste se venda para su manutención y la de los suyos.

Francisco de Goya. "Godoy como general"

Francisco de Goya. «Godoy como general»

El ideal sería una combinación de ambas situaciones. Que el arte fuese arte y que por ello fuese susceptible de generar riquezas. Pero solamente desde el arte, nunca al contrario.

Desde hace muchos siglos, milenios podríamos decir, existen los mecenas en el arte y especialmente en la pintura. Los poderosos: Reyes, Príncipes, Duques, Papas, Cardenales, etc. Han contribuido a la creación artística con sus tesoros o con los tesoros de los demás, los del pueblo. Eso sí, haciéndoles pagar al artista el peaje de sus apetencias, de sus gustos y caprichos. Hay de aquel que no se prestara a las veleidades del poderoso mecenas de turno. Serían fulminados de la corte e incluso de la vida social e incluso física por muy artista que fuese. Solamente tenemos que hacer un recorrido por los magníficos maestros de la historia del arte para comprobar cuales eran las exigencias de aquellos que les llenaban sus despensas. Con muy pocas excepciones, entre las que destacaré a Goya, entre los hispanos se atrevieron a plasmar la realidad cotidiana de su entorno además de retratar a familias reales tal y como verdaderamente eran con todos sus defectos.

Estos mecenazgos regios y palatinos tienden a desaparecer en las postrimerías del siglo XIX y es en esos momentos cuando los creadores encuentras espacios de libertad creativa y rompen con los caducos cánones pictóricos establecidos desde siglos atrás. Así nacen el impresionismo, el realismo, el surrealismo, etc. Pero con esta libertad creativa el pintor no vive y se mantiene malviviendo una bohemia de hambre y miseria. Así pagan el peaje de la libertad. Con estas situaciones ocupan el lugar de los regios mecenas desaparecidos otros que ven en el arte una forma especulativa e invierten sus dineros en la compra de las obras terminadas. Pero no invierten en la financiación del proceso creativo. Se ha sustituido unos mecenas por otros, pero estos últimos llegan al arte cuando la obra está acabada. Cuando la utilizan como moneda de cambio para sus negocios.

Con la situación que se crea al sustituir unos mecenas paternalistas y domésticos por otros meramente mercantilistas, nacen las grandes galerías que hacen pulular en ellas a compradores neófitos pero que al igual que los reyes de antaño imponen sus gustos a golpe de talonarios. Por tanto se pinta lo que se expone en las grandes galerías y por ende lo que se vende, condicionando al creador a adaptarse a los gustos de los compradores. En este punto me hago otra vez la misma pregunta que al principio.

¿Esto es bueno o malo para el arte?

Como quiera que no tengo la respuesta ni posibilidades de conseguirla aquí os la dejo en el aire.

 

Paco González Maqueda

 

Francisco González Maqueda, poeta y escritor autodidacta, mantiene una corriente poética crítica en la línea de Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero. Comprometido con el hombre, escribe con la sinceridad que da el anonimato.

Tiene publicados varios libros y otros tantos inéditos. Ha conseguido algunos premios en certámenes literarios y participa en algunas tertulias literarias en las que destaca Tertulandia de Valencia. Ha dado numerosos recitales y conferencias sobre la poesía donde ha puesto de manifiesto la relación entre ésta y la pintura.

 

Desde hoy es colaborador de Ártica1, lo cual nos hace enormemente felices. Bienvenido.

Publicado por Francisco González Maqueda en Arte, Post