Maniquíes humanizados o personas deshumanizadas. El inquietante mundo de Giorgio de Chirico, además de su obra de inspiración neoclásica y barroca, puede verse en el CaixaFórum de Madrid hasta el día 18 de febrero.

«Baños misteriosos con pato». 1973
Giorgio de Chirico
La retrospectiva abarca una amplia producción de su extensa obra. Aunque faltan obras importantes, especialmente las que produjo el artista en los años 10, su etapa más interesante, repartidas por los museos más importantes, la muestra sirve para tener una visión global de la obra de un artista que, aún siendo un referente para vanguardias artísticas como el Surrealismo, giró muy pronto a propuestas mucho más conservadoras provocando rechazo en sus contemporáneos.
A de Chirico no le ha reconocido la historia del arte por sus cuadros costumbristas, por sus paisajes barrocos o sus pinturas a lo Rubens, y en esta muestra abundan. Además, las obras pertenecientes a su etapa metafísica, esa en la que los espacios arquitectónicos vacíos y los cielos marcianos eran los protagonistas, apenas está representada en la exposición, y cuando está es a través de auto copias realizadas muchos años después.
Creo que tiene varias lecturas el hecho de encontrar a un artista capaz de hacer cosas tan dispares en su carrera artística, produciéndose, además, de forma intermitente en su dilatada vida. Puede ser, por un lado, que hacía lo que le venía en gana. De ser así deberíamos tomarlo como un referente de forma inmediata todos los artistas que nos dejamos llevar por intereses de diferente naturaleza. Por otro lado, que se dejase llevar por intereses de diferente naturaleza, como por ejemplo el dinero. Por eso lo de pintar sus propios cuadros varias veces.

«Cuatro gladiadores en la habitación con vista al coliseo». 1965
Giorgio de Chirico
Viendo la exposición tuve la sensación de que a Giorgio de Chirico lo que le gustaba realmente es pintar. No se si por demostrar al mundo o a sí mismo de qué era capaz, o porque disfrutaba haciéndolo. Siempre he pensado que del placer de pintar no salen buenas obras, que hay que salir del espacio de confort para avanzar y hacer cosas novedosas. Es posible que se deduzcan ambas cosas de su trayectoria.

«Los maniquíes coloniales». 1969
Giorgio de Chirico
Pero lo que más me asombra de este genial artista es la capacidad de inquietar y dejar con los ojos pegados al espectador aunque no sepas realmente lo que estás viendo. En el anterior artículo que dediqué al último David Lynch y su magna obra Twin Peaks, comentaba esto, hay artistas que agitan el subconsciente del espectador para despertar un interés que va más allá de la lógica o de la experiencia estética. Un Lynch, por cierto, muy influido por la pintura de Giorgio de Chirico, observad el agua de la obra «Baño misterioso con pato» y comparadlo con el suelo de la Habitación Roja de Twin Peaks. Tiene que ver con arquitecturas de ventanas y puertas oscuras, que conectan con determinadas partes de nuestro cerebro, con espacios irreales, con personajes extraños que nos dan la espalda, o que nos miran sin ojos, de gladiadores hieráticos de caras tristes, de edificios de la Grecia Clásica dentro de habitaciones, de paisajes de luz plana e irreal que parecen escenarios de un teatro.

«Retrato de la señora L. Gartzen». 1913
Giorgio de Chirico
Su obra metafísica no ha perdido ni un gramo de actualidad o de modernidad, es atemporal, universal, de una trascendencia enorme. Como la obra de Nietzsche o Schopenhauer de la que se nutrió.
Algunas esculturas, algunas de ellas espectaculares, algún retrato equestre, bodegones y varios autorretratos que completan una exposición que no pasará a la historia por ser de las mejores del artista, pero que dan una visión de sus inquietudes, que está entre la modernidad más absoluta y su fascinación por lo clásico.
Merece la pena acercarse a ver la exposición, una de Giorgio de Chirico siempre merece la pena, porque nos da una visión general de la grandeza (con sus miserias también) de uno de los mejores artistas de todos los tiempos.